Depresión: duplica el riesgo de muerte cardiovascular a largo plazo
Por Alejandra Folgarait
La depresión se ha convertido en una de las enfermedades más prevalentes de la actualidad. Según la Organización Mundial de la Salud, existen más de 320 millones de personas en el mundo con esta afección, que ha aumentado un 18% entre los años 2005 y 2015, y que se asocia con enfermedad coronaria, diabetes y suicidios.
El Día Mundial de la Salud, que se celebra cada 7 de abril, estuvo dedicado este año a hablar de la depresión y advertir sobre el estigma que cae sobre quienes la padecen. Los pacientes con depresión muchas veces sufren en silencio los síntomas de esta enfermedad: sentimientos de tristeza, culpa o desesperanza; pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban; alteraciones en el apetito y en el sueño; problemas de concentración y memoria; ansiedad, irritabilidad, fatiga o incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias.
En el continente americano hay alrededor de 50 millones de personas con depresión -5% de la población- y 7 de cada 10 no reciben el tratamiento que necesitan, de acuerdo con datos de la OPS. En la Argentina, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, el 16,3% de la población manifestó en 2013 sentirse ansiosa o deprimida. En cuanto a los jóvenes, la Encuesta Mundial de Salud Escolar de Argentina de 2012 reveló que el 27% de la población entre 13 y 16 años se sintió tan triste o desesperada que dejó en algún momento de hacer sus actividades cotidianas, según refirió Sebastián Laspiur, consultor de OPS.
“Lo importante es que la depresión se puede prevenir y tratar efectivamente. Hablar con personas con quien se tiene confianza puede ser el primer paso para la recuperación. No hay que tener miedo de pedir ayuda”, afirmó Maureen Birmingham, representante de la OPS/OMS en Argentina, durante un encuentro llevado a cabo en Buenos Aires.
Depresión y corazón
Además de la salud mental, la depresión también compromete la salud física y mantiene un vínculo de ida y vuelta con las enfermedades cardíacas: puede constituir tanto un factor predisponente para sufrir un evento cardiovascular como una consecuencia de un infarto o una angina de pecho.
“La depresión y la enfermedad cardíaca se influyen mutuamente, es decir, son dos entidades mórbidas que comparten un aspecto fundamental: los factores inflamatorios”, señala la psicóloga María de las Nieves Gatti, directora del Consejo de Aspectos Psicosociales en Cardiología de la SAC. “La presencia en sangre de sustancias inflamatorias en el paciente depresivo puede desencadenar patología cardiovascular y viceversa”, agrega.
Se estima que un 20% de los pacientes internados por infarto de miocardio manifiestan síntomas de depresión. Esta enfermedad mental, además, genera conductas que empeoran la salud cardiovascular, tales como una actividad física reducida, una alimentación pobre, y un aumento en el consumo de alcohol y tabaco.
Varios estudios mostraron que la depresión es un factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular tan importante como el colesterol elevado y la obesidad. El 15% de las muertes masculinas por enfermedades cardiovasculares puede atribuirse a la depresión, según un estudio observacional realizado por el epidemiólogo alemán Karl-Heinz Ladwig y publicado recientemente en la revista Atherosclerosis.
Un meta-análisis de estudios prospectivos ya había puesto de manifiesto en 2014 que la depresión se asocia independientemente con un aumento del 30% en riesgo de enfermedad coronaria e infarto de miocardio.
Durante el último congreso de la ACC, también se presentó un estudio donde se observó que, tras un diagnóstico de enfermedad coronaria, la depresión duplica el riesgo de muerte a 10 años. Si bien se sabía que la depresión empeora el pronóstico de personas que sufren un infarto de miocardio, este es el primer trabajo que indica el efecto a largo plazo de la depresión.
“Recibir un diagnóstico de enfermedad coronaria puede ser devastador”, afirmó la cardióloga y epidemióloga Heidi May, líder del estudio realizado sobre 25.000 historias clínicas registradas en Utah, Estados Unidos. “Los pacientes con enfermedad coronaria deben ser monitoreados continuamente para detectar depresión y, en este caso, deben recibir un tratamiento adecuado y seguimiento”, subrayó la investigadora del Intermountain Medical Center Heart Institute.
“Siempre que tenemos un paciente cardíaco conviene buscar si hay o no perfil de depresión”, coincide Gatti. “Una evaluación psicológica que permita indagar sobre episodios traumáticos en estadios tempranos del desarrollo o violencia es muy importante para detectar factores predisponentes de orden psíquico a la depresión en vida adulta”.
La especialista argentina recomienda “estar muy atento a la presentación del infarto agudo de miocardio con depresión mayor, ya que esta comorbilidad constituye un riesgo de muerte importante en los primeros 6 meses después del evento”.
El tratamiento de la depresión incluye generalmente psicoterapia y fármacos. Los especialistas subrayan, también, el efecto beneficioso del ejercicio físico en los pacientes con depresión y enfermedad coronaria.
“Para comenzar un tratamiento, primero hay que hacer un buen diagnóstico, que incluye una exhaustiva evaluación de la historia clínica para saber si hay antecedentes de depresión transgeneracional o si el paciente ha registrado episodios depresivos previos a la cardiopatía”, indica Gatti. “Una vez detectados uno o ambos factores, es indicado comenzar un tratamiento. Una terapia psicológica focalizada en el procesamiento de emociones, atendiendo a la percepción que el paciente tiene de su realidad y que tome en cuenta sus carencias psíquicas y sus fallas en la mentalización sería un excelente complemento terapéutico. Tendría como objetivo mejorar la adherencia al tratamiento y promover los cambios de hábito que el cardiólogo indica”, explica la psicocardióloga de la SAC, quien aboga por atender a estos pacientes con un equipo interdisciplinario.