Día Mundial del Corazón: El impacto del ambiente
Por Alejandra Folgarait
Cada 29 de septiembre, se celebra en el mundo el “Día del Corazón” para crear conciencia sobre los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, colesterol elevado, sedentarismo, tabaquismo, sobrepeso) y difundir estrategias para prevenir que estos factores generen enfermedades y muerte.
En 2015, el acento está puesto en el entorno donde viven y trabajan las personas. Los ruidos y la contaminación del aire afectan la salud cardiovascular y, según expertos europeos, deberían ser considerados también factores de riesgo, ya que contribuyen a 10.000 muertes prematuras debido a enfermedad cardíaca y ACV en Europa.
Además, al menos el 80% de las muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares en el mundo podrían evitarse si se controlaran cuatro factores de riesgo: consumo de tabaco, mala alimentación, inactividad física y exceso de alcohol.
En este sentido, es tan importante que la población tenga acceso a una dieta saludable como a un ambiente libre de humo del cigarrillo. Los niños y jóvenes, especialmente, deberían ser estimulados a jugar y moverse desde pequeños, y a consumir alimentos que disminuyan los riesgos cardiovasculares.
“El corazón no está aislado sino que es como una caja de resonancia del medio ambiente”, reflexiona Guillermo Fábregues, presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC). “El estrés, la alimentación inadecuada y otros factores inciden sobre la salud cardiovascular. Hay que intervenir en dos momentos clave de la vida: en la infancia, entre los 3 y 10 años de edad, y en la adultez, después de los 50 años. También es preciso intervenir en el ambiente mediante leyes, como la antitabáquica y la que elimina los saleros de las mesas de restaurantes”.
Fábregues destaca que la SAC está comprometida con lograr un 25% menos de mortalidad cardiovascular en el 2025. “Por eso, estamos trabajando con otras sociedades científicas, como la Federación Argentina de Cardiología (FAC), con la que creamos registros nacionales de infarto de miocardio, hipertensión arterial e insuficiencia cardíaca. Además, con la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) estamos elaborando un consenso sobre prevención de enfermedades cardiovasculares en la adolescencia. También apoyamos las actividades que realiza la Fundación Cardiológica Argentina como nuestro brazo comunitario”, se entusiasma el directivo de la SAC.
La Fundación realiza todos los años eventos vinculados a la prevención cardiovascular. Este 29 de septiembre, organiza charlas de Reanimación Cardiopulmonar (RCP) y manejo de desfibrilador externo automático (DEA) en la Plaza San Martín de la ciudad de Buenos Aires. En los lugares públicos, las maniobras de RCP y la aplicación de un desfibrilador en el pecho pueden prevenir la muerte súbita, un paro cardiorrespiratorio que sufren alrededor de 40.000 argentinos cada año.
Los niños, primero
Para prevenir las enfermedades cardiovasculares, lo ideal sería empezar a modificar el estilo de vida de los niños en edades tempranas.
De hecho, enseñar a comer bien y a hacer ejercicios a chicos de 3 a 5 años con la ayuda de maestros, padres y médicos puede mejorar la salud de toda la familia, según mostraron investigadores españoles que desarrollaron durante tres años el programa SI! con 2.000 alumnos de escuelas públicas de Madrid.
Tras la intervención en el estilo de vida de niños preescolares, que incluyó información y actividades sobre alimentación, actividad física y manejo de las emociones, la prevalencia de obesidad fue del 7% en los niños que recibieron la intervención y de 7,4% en el grupo control. El mayor beneficio fue experimentado por quienes recibieron la intervención durante tres años, según el estudio que publica el Journal of the American College of Cardiology (JACC).
Los chicos españoles que participaron en el programa SI! tuvieron un puntaje 5,5% superior en conocimiento, actitud y hábitos saludables que los del grupo control durante el primer año; 7,7% superior, en el segundo año; y 4,9% en el tercer año. Los investigadores encontraron que los puntajes de los pequeños estaban asociados al nivel de educación e ingreso de los padres, pero no con la edad de éstos.
“Necesitamos cambiar completamente el momento en que brindamos atención médica”, subrayó Valentín Fuster, autor principal del estudio español y profesor de la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai, en Nueva York. “Hasta ahora, la comunidad clínica se ha enfocado en la enfermedad cardiovascular, que se manifiesta típicamente en las últimas etapas de la vida. Ahora, tenemos que enfocar nuestros cuidados en la etapa opuesta y empezar a promover la salud en los primeros años”.
Otro estudio que publica JACC muestra que el estrés sufrido durante la infancia influye negativamente en la salud cardiovascular del adulto. La investigación evaluó periódicamente la salud mental de 6.700 niños nacidos durante la misma semana de 1958 en Gran Bretaña. Cuando esos niños llegaron a los 45 años, investigadores norteamericanos compararon esos datos psicológicos con nueve indicadores cardiometabólicos (incluidos lípidos, proteína C-reactiva y hemoglobina glicosilada en sangre, además de presión arterial) y encontraron que las personas que habían experimentando altos niveles de estrés en su infancia y las que continuaron sufriéndolo hasta la adultez tuvieron puntajes de riesgo mayores que el resto.
En verdad, el distrés psicológico en cualquier momento de la vida se asocia con un mayor riesgo cardiometabólico. Lo que muestra el estudio longitudinal con niños británicos es que, aún en los casos en que el estrés desaparece en la adultez, el riesgo de enfermedad cardiovascular persiste. Por lo tanto, el desarrollo emocional de los niños (y el estrés infantil que se expresa, por ejemplo, en depresión, ansiedad, hostilidad, aislamiento, falta de atención e impulsividad) debería ser considerado dentro de las estrategias de prevención cardiovascular primordial.
“Este estudio respalda la evidencia creciente sobre la contribución del estrés psicológico al riesgo cardiovascular y la enfermedad metabólica, y sugiere que ese efecto puede iniciarse relativamente temprano en la vida”, subrayó Ashley Winning, investigadora del Departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Universidad de Harvard. “Resulta cada vez más claro que la adversidad en el entorno social de un niño aumenta la probabilidad de desarrollar altos niveles de estrés. Por lo tanto, la prevención e intervención temprana enfocada no solo en el niño sino también en sus circunstancias puede ser una manera efectiva de reducir los efectos perjudiciales del estrés a lo largo de la vida”, agregó Winning, quien es la autora principal del estudio que publica JACC en el número especial del 6 de octubre.
“La relación entre el corazón y el cerebro recibe cada vez más atención por parte de los cardiólogos”, concluye Guillermo Fábregues. “Tenemos que tomar en cuenta cómo el estrés influye en la salud para prevenir las enfermedades cardiovasculares y disminuir la mortalidad de la población argentina”.
“Muchas veces perdemos de vista lo vulnerables que son los niños a las enfermedades cardiovasculares, y olvidamos que su riesgo puede comenzar desde edades tempranas, incluso durante el desarrollo del feto, y aumentar durante la infancia a partir de las decisiones que como adultos tomemos alrededor de ellos”, advierte Néstor Pérez Baliño, presidente de la Fundación Cardiológica. “La exposición a dietas poco saludables, la falta de ejercicio y el tabaquismo, son solo algunos factores de riesgo que podemos modificar realizando pequeños cambios en los estilos de vida”, enfatiza el cardiólogo.