Entrevista a Diego Delgado
«Todo lo que soy se lo debo a la SAC»
Por Alejandra Folgarait
A los 45 años, el cardiólogo argentino Diego Delgado es presidente de la Sociedad Interamericana de Cardiología, que reúne a las 23 sociedades de todo el continente. Radicado en Canadá hace 15 años, el especialista en trasplantes e insuficiencia cardíaca dirige actualmente el Servicio de Cardiología del Toronto General Hospital, parte de la red de instituciones universitarias de salud. Tras una intensa jornada en el 41º Congreso Argentino de Cardiología, Delgado se prestó con gran entusiasmo a una entrevista.
– ¿Cómo fue que un cardiólogo argentino llegó a ocupar un lugar tan destacado en Canadá?
– Me recibí de médico en la Universidad de Salvador en 1994 y luego hice mi residencia de Cardiología en el Hospital Español. Luego me fui a perfeccionar en insuficiencia cardíaca y trasplante a Chicago. Cuando estaba allí me ofrecieron completar mi entrenamiento en el Toronto General Hospital, de Canadá, y desde el 2002 estoy trabajando allí como médico de planta. Así que mi vida ya está allá.
– ¿Qué factores están incidiendo en el aumento de insuficiencia cardíaca en todo el mundo, además del envejecimiento poblacional?
– El tema de la insuficiencia cardíaca es muy complejo. En los últimos 20 años se ve un 12% de disminución de la mortalidad por insuficiencia cardíaca, lo cual es bueno. Lo que sucede es que se ha observado, al mismo tiempo, un aumento en los factores de riesgo coronario (tabaquismo, hipertensión, dislipidemia) y cambios culturales vinculados al urbanismo y la globalización (dieta poco saludable, poca actividad física). De esta manera, aunque la mortalidad bajó, la prevalencia de la insuficiencia cardíaca ha aumentado en los últimos 20 años, y la tendencia es que siga aumentando. A eso se suma que la población está más añosa: la población mayor de 60 años en el mundo hoy es de 800 millones de personas (10%) pero se prevé que, para 2035, va a pasar a 1.200 millones. En América latina, la proporción es similar. Hoy tenemos unas 200 millones de personas mayores de 60 años y se va a incrementar la prevalencia de insuficiencia cardíaca.
– ¿Cómo influirán los factores ambientales?
– Hay un aumento del uso de combustibles fósiles, las aguas están muy contaminadas, hay una altísima polución del aire, una alta urbanización, pocos espacios verdes y la alimentación de los chicos es cada vez más procesada. El ambiente donde nos educamos y donde los chicos crecen ha cambiado en los últimos 30 años y eso tiene implicancias en las enfermedades cardiovasculares.
– ¿Cómo se puede, desde la Cardiología, generar un cambio concreto en el ambiente donde vive una persona?
– Las responsabilidades están a distintos niveles. A niveles de gobiernos regionales y locales, es importante que se promuevan políticas de salud que favorezcan el desarrollo social, y que haya educación en niveles precoces para cambiar hábitos de vida. Los médicos y el personal de salud tenemos la responsabilidad de mostrarle la evidencia a los gobernantes para cambiar las prioridades que tienen. Moralmente, los médicos también tenemos la responsabilidad de hacer prevención con nuestros pacientes, en el consultorio, en el hospital, en eventos, a través del voluntariado. Si bien el objetivo 25/25 (reducir la mortalidad por enfermedades no transmisibles en un 25% para el año 2025) puede parecer utópico, no lo es tanto. Existe una enorme diferencia en la mortalidad por cáncer y enfermedades cardiovasculares entre los países de altos recursos económicos y los de ingresos medios y bajos. Esa diferencia de la mortalidad es del 50% a nivel global, tanto en hombres como en mujeres. Si se implementaran políticas de salud en países de recursos bajos e intermedios, y todos los países tuvieran los mismos criterios, se podría ver un 30% de reducción de la mortalidad global en los próximos 20 años.
– ¿Cuáles serían esos criterios?
– Reducción de un 10 al 20% en el uso de la sal. Reducción del tabaquismo a un 20%. Mayor actividad física, comida más saludable, son cosas básicas para disminuir la mortalidad. Los países que tienen los impuestos más altos al tabaco tienen una reducción del 8% en el consumo de cigarrillos, así que se puede disminuir el tabaquismo subiendo los impuestos; ya se ha visto tanto en Uruguay como en Jamaica. También se puede promover una dieta saludable disminuyendo los impuestos de alimentos que lo son, como las frutas y verduras.
– Todo lo contrario a lo que ocurre en la Argentina, donde los alimentos saludables son más caros…
– Así es. Pero si se diera la posibilidad de que las personas que compran verduras no pagaran el IVA en estos productos, mientras se mantiene el IVA en otros alimentos, seguro que la gente empezaría a consumir más vegetales. Es una decisión política. El alcalde de Nueva York, por ejemplo, dispuso que los platos que se sirven en los restaurantes tenían que ser más chicos, y eso tuvo un impacto a nivel de salud.
De modo que impuestos al cigarrillo e impuestos a las comidas y bebidas no saludables, cambiarían el panorama. Tiene que ser un gobierno que no se deje manipular por las grandes compañías. Jamaica, que tiene una gran pobreza, es un buen ejemplo.
– ¿Cuál es el costo de la insuficiencia cardíaca?
– Es alto. Se calcula que representa entre 1 y 3% del costo de salud en cada país. Los gastos iniciales del diagnóstico y la primera admisión en un hospital son los más caros, seguidos por las readmisiones del paciente. Al final de la trayectoria del paciente, también aumentan los costos, porque los pacientes son más añosos, tienen más comorbilidades, son más difíciles de manejar. El problema es que muy pocos gobiernos pueden absorber en centros específicos (paliativos o de larga estadía) a los pacientes que llegan con insuficiencia cardíaca, diabetes, insuficiencia renal. Pero si no existe una política de salud ahora, vamos a llegar al 2025 con millones de pacientes mayores de 80 años con insuficiencia cardíaca a los que no vamos a poder tratar, y el gasto va a ser increíble.
– Entonces, lo que hay que hacer para disminuir la insuficiencia cardíaca también es trabajar sobre los factores de riesgo.
– Sí, y muchas veces nos olvidamos de esto en insuficiencia cardíaca porque existe mucha tecnología, surgen nuevas drogas que mejoran la sobrevida, pero son muy caras. Por eso tenemos que enfocarnos en los factores de riesgo. Sabemos que si una persona tiene diabetes, el riesgo de tener insuficiencia cardíaca a largo plazo es del 3 al 5%. Si fuma, tiene 30% de probabilidad de desarrollar la enfermedad a 20 años. Si es obesa, por cada 1% de aumento del IMC hay una chance de desarrollar insuficiencia cardíaca del 8%. Y así con todos los factores de riesgo.
– En cuanto a los avances tecnológicos, ¿cuál es el futuro de los dispositivos mecánicos de asistencia circulatoria, con los que usted trabaja en Canadá?
– Los dispositivos implantables van a ser mucho más eficientes y más pequeños.
– Estos dispositivos, ¿son lo mismo que lo que se conoce como “corazón artificial”?
– No, el corazón artificial es una bomba que reemplaza al corazón entero, se coloca en pocos centros y es para pacientes muy selectos, porque tiene una sobrevida muy baja. Los dispositivos de asistencia ventricular se implantan en el tórax por medio de una cirugía y mejoran no sólo la sobrevida sino también la calidad de vida, los pacientes se sienten mejor.
– ¿Cuánto tiempo se pueden tener estos implantes?
– Hay distintos tipos de dispositivos. Algunos son a corto plazo, se utilizan por dos o tres semanas hasta que el corazón se recupera o se consigue un órgano para trasplante. Otras bombas son de mediano plazo, pueden usarse durante un mes. Y hay asistencias a largo plazo, los pacientes pueden usar el dispositivo uno, tres y hasta cinco años. Luego, se puede reemplazar.
– ¿Son muy caros?
– Sí, pueden ir de los 20.000 a los 60.000 dólares, depende de la tecnología y la indicación. La sobrevida gira en torno del 80% de los pacientes.
– ¿Qué está ocurriendo con los trasplantes de corazón?
– Lo que se observa en general es una meseta. En los últimos cinco años, se ha estabilizado en el mundo el número de trasplantes por muchos motivos, entre los cuales figura la falta de donantes. En países desarrollados, en cambio, aumentó mucho el uso de dispositivos de asistencia ventricular.
– ¿Cree que aumentará su uso en la Argentina?
– Creo que va a ser muy difícil que en la Argentina haya programas activos con grandes volúmenes de asistencias ventriculares. Esto, de nuevo, es una política de salud y una cuestión de prioridades. Existen gastos innecesarios que se podrían redistribuir para la salud pública. Si se destinaran dos millones anuales para hacer prevención cardiovascular o para comprar 10 ó 20 dispositivos de asistencia en vez de destinarlos a Fútbol para Todos –y ojo, que me encanta el fútbol argentino- habría un impacto más importante a nivel social. Pero esta es mi opinión personal. Debería haber un centro en el país dedicado a colocar exclusivamente asistencias ventriculares, y que el gobierno pusiera dinero allí, además de la industria y los donantes particulares. Así empezamos en Canadá: fui allí para implementar un programa de asistencia ventricular, porque no había. Empezamos a juntar dinero en eventos, con donantes y, después de 5 años, el gobierno tomó la decisión y empezó a poner dinero.
– ¿Se trata de reorganizar el gasto en salud de la región, o de aumentar los recursos?
– Se trata de las dos cosas, pero depende de los países. Canadá invierte el 8% de su PBI en salud a nivel público, en Brasil se invierte 5%, en América Central no llega al 3%.
– ¿Piensa regresar a la Argentina?
– No, yo ya tengo mi trabajo y mis hijos en Canadá, pero me encanta venir al Congreso de Cardiología y hablar con los colegas argentinos. De hecho, todavía no puedo creer estar dando una charla frente a muchos de mis maestros. Nunca voy a olvidar que todo lo que soy se lo debo a la SAC. Estoy muy agradecido por el impulso que me dieron en la Cardiología.