Gripe: El riesgo de infarto aumenta 6 veces durante la primera semana
Por Alejandra Folgarait
La gripe puede parecer una enfermedad viral menor. Pero, según un reciente estudio canadiense, la influenza aumenta seis veces el riesgo de padecer un infarto agudo de miocardio durante la primera semana después de detectado el virus. Esta es una de las razones por las que todas las personas en grupos de riesgo (quienes padecen enfermedades cardíacas crónicas, diabetes, obesidad, insuficiencia renal crónica, EPOC, inmunosuprimidos, entre otros) y todos los mayores de 65 años deben recibir cada año una dosis de vacuna antigripal. Es importante destacar que los profesionales de la salud también deben vacunarse para evitar la transmisión a la población vulnerable.
“La SAC recomienda tanto la vacuna contra la influenza como la antineumocóccica para los pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular, ya que disminuye las complicaciones cardíacas de las infecciones respiratorias y la muerte”, enfatiza María Inés Sosa Liprandi, secretaría científica del próximo Congreso Argentino de Cardiología y miembro del área Corazón y Mujer de la SAC. La especialista destaca en un capítulo de un libro recientemente publicado que, si bien la mortalidad cardiovascular se ha reducido alrededor de un 40% en los últimos 35 años, las infecciones respiratorias han tenido un comportamiento inverso, ya que han aumentado 85% desde mediados de la década del 90 hasta la actualidad.
La asociación entre las infecciones respiratorias (como influenza y neumonía bacteriana) y ciertos eventos cardiovasculares se planteó en la década del 30 del siglo pasado y fue confirmada en varias oportunidades. Ahora, el estudio realizado en Ontario sobre adultos mayores de 35 años con un diagnóstico viral positivo, publicado en el New England Journal of Medicine, revela que las admisiones hospitalarias por infarto de miocardio se disparan entre 1 y 7 días después de una infección respiratoria confirmada por laboratorio (principalmente, influenza A, B o virus sincicial respiratorio). Mientras en el estudio se registraron 20 admisiones por infarto durante el “intervalo de riesgo” (7 días después de un test positivo), no hubo más que 3,3 admisiones en promedio durante el intervalo de control (un año antes y un año después del diagnóstico viral). La incidencia de infarto fue mayor en casos de influenza B y en los pacientes de más edad.
Es preciso destacar que el promedio de edad de los pacientes resultó de 77 años. De los 322 pacientes analizados, 24% había tenido una hospitalización previa por infarto y la mayoría tenía factores de riesgo cardiovascular (49% diabetes, 38% dislipidemia, 85% hipertensión). Además, 31% había sido vacunado contra la influenza en la misma estación.
“El hallazgo de un aumento de la incidencia de infarto en personas vacunadas no debe ser interpretado como evidencia de una falta de efectividad de la vacuna, ya que este estudio no fue diseñado con este objetivo”, advirtieron los investigadores canadienses. La eficacia de la vacuna para prevenir influenza en adultos oscila habitualmente entre 40 y 60%. “Nuestros resultados, combinados con evidencia previa de que la vacunación antigripal reduce eventos y muerte, respaldan las guías internacionales que abogan por la inmunización en personas mayores de 65 años para protegerlas de eventos coronarios”, escribieron Jeffrey Kwong, de la Universidad de Toronto, y sus colegas.
Los datos del estudio también sugieren que diversas infecciones respiratorias pueden estar asociadas con el aumento de infarto agudo de miocardio, por lo que se puede decir que “la neumonía también es un factor de riesgo para eventos cardiovasculares”.
En este sentido, un reciente estudio realizado en la población de Escocia y publicado en el European Respiratory Journal confirmó que tanto el Streptococcus pneumoniae como el virus de la influenza gatillan ataques cardíacos y cerebrovasculares durante los primeros 3 días de la infección. Según Charlotte Warren-Gash y sus colegas británicos, el riesgo de infarto de miocardio y ACV permanece elevado durante 28 días en pacientes con influenza y, especialmente, con neumonía confirmada por laboratorio. Otros virus respiratorios también aumentan los eventos cardiovasculares, pero en el caso del stroke sólo lo hacen entre los días 4 y 7 post-infección.
Discordancia y consensos
La falta de concordancia entre las cepas de la vacuna antigripal anual y las efectivamente circulantes durante el invierno es motivo de preocupación especial en el Hemisferio Norte, donde se “ensaya” por primera vez la inmunización del año, antes de que la influenza afecte al Hemisferio Sur. Si bien las rápidas mutaciones del virus pueden disminuir significativamente la eficacia de la vacuna antigripal, como ocurrió en el último invierno en Estados Unidos con la cepa H3N2, un estudio de la Universidad de Bergen, Noruega, brinda tranquilidad: ni la repetida vacunación anual ni el “mismatch” (discordancia entre la composición de la vacuna y las cepas circulantes) aumentan la susceptibilidad a la infección. Según la investigación noruega realizada en personal de salud, tanto los que se vacunan anualmente como los que no lo hacen desarrollan una segunda línea de defensa, pero los que reciben la vacuna anual tienen una primera línea de defensa mejor contra el virus de la influenza. Esto significa que vacunarse anualmente no impide el desarrollo de la inmunidad natural de las personas.
En la Argentina, la vacuna contra la gripe recomendada por la OMS para el Hemisferio Sur ya está disponible gratuitamente para los grupos de riesgo, embarazadas, niños entre 6 y 24 meses y adultos mayores de 65 años. Según el último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación, hasta la semana 12 del calendario epidemiológico se registraron 102.113 casos de ETI (Enfermedad Tipo Influenza) en el país, con una incidencia acumulada de 229,5 casos cada 100 mil habitantes, un 36% menor a la incidencia acumulada hasta la misma semana epidemiológica (SE) de los últimos 6 años. En cuanto a neumonía, hasta la SE12 del 2018, se registraron 17.533 casos con una tasa de 39,4 casos por 100 mil habitantes, un 38% menor a la incidencia acumulada hasta la misma SE de los últimos 6 años. A pesar de ello, las autoridades sanitarias insisten en la necesidad de que la población se vacune cuanto antes contra la influenza para evitar complicaciones y muertes.
En cuanto a la neumonía, existen en la Argentina actualmente dos vacunas antineumocóccicas para adultos: la polisacárida de 23 serotipos (PPSV23) y la conjugada de 13 serotipos (PCV 13). El esquema de vacunación depende de si el paciente ha recibido antes la vacuna o no, y “es importante que los cardiólogos conozcan cómo hay que vacunar contra la neumonía a los pacientes, especialmente a los que tienen insuficiencia cardíaca o cardiopatía isquémica”, subraya María Inés Sosa Liprandi, coordinadora de la Unidad de Insuficiencia Cardíaca del Sanatorio Güemes y directora del Área de Investigación de esa institución.
En un capítulo del libro “Manejo práctico de la insuficiencia Cardíaca” (Editorial Silver Horse), que se acaba de presentar en Mendoza, María Inés y Álvaro Sosa Liprandi recuerdan que una encuesta a cardiólogos del Consejo Argentino de Residentes de Cardiología (CONAREC) mostró un importante desconocimiento de la eficacia y las indicaciones de la vacuna antineumocócica y una baja tasa de indicación. El 82% de los cardiólogos consultados consideró a la vacuna moderada o altamente efectiva en reducir la enfermedad neumocócica invasiva. Sin embargo, el 54% no había indicado vacunación a sus pacientes en el último año. Sólo el 31% consideraba que la inmunización era efectiva en pacientes de alto riesgo para prevenir las complicaciones cardiovasculares.
“Esta particular resistencia de los cardiólogos locales a incorporar la inmunización como una estrategia asistencial ha sido observada también en otros países de América Latina. Según mostró un subanálisis del estudio PARADIGM-HF, la vacunación contra la influenza es muy baja en pacientes con insuficiencia cardíaca de la región”, subraya María Inés Sosa Liprandi .“La vacunación es una estrategia sencilla y muy costo-efectiva para disminuir la morbimortalidad cardiovascular y está muy subutilizada”, insiste la cardióloga, quien se encuentra trabajando en un Consenso de la SAC sobre enfermedades respiratorias y enfermedad cardiovascular en el que participa también la Sociedad Argentina de Infectología.