Los cardiólogos y el desafío de la demencia
Por Alejandra Folgarait
Por primera vez en la historia, la mayoría de los adultos tiene a sus padres vivos. El envejecimiento poblacional es una tendencia creciente en los países desarrollados, y también en la Argentina. Para el año 2050, se estima que habrá 2.000 millones de personas mayores de 60 años en el mundo y uno de cada cinco argentinos tendrá la edad mínima para jubilarse.
Si bien el aumento de la expectativa de vida es una buena noticia, el envejecimiento de la población mundial augura un futuro con una gran incidencia de demencia, tanto en su tipo vascular como en la forma Alzheimer. Ante la ausencia de un tratamiento específico, actualmente se buscan formas de posponer el deterioro cognitivo severo.
Una herramienta fundamental para la prevención de la demencia es el control de la hipertensión. Según un estudio epidemiológico argentino presentado en 2013, el aumento de la presión arterial se asocia con el deterioro de las funciones ejecutivas dependientes de la corteza frontal (planificación, memoria de trabajo, flexibilidad, monitoreo de las emociones y acciones).
Los investigadores liderados por Augusto Vicario analizaron una muestra de 1365 habitantes de Villa María, en Córdoba. Tras estudiar varios parámetros bioquímicos y antropométricos; registrar los niveles de presión arterial; y suministrar tests cognitivos (Mini Mental Test, Test Boston abreviado y dibujo del reloj), los cardiólogos concluyeron que la hipertensión –pero no la dislipidemia ni la hiperglucemia- se asocia al deterioro en la cognición global, la memoria semántica y las funciones ejecutivas, independientemente de la edad, el sexo y el nivel educativo. “Ser hipertenso aumenta cinco veces el riesgo de disfunción ejecutiva”, concluyeron los autores del estudio argentino, presentado en la Segunda Conferencia Internacional de Corazón y Cerebro, realizada en marzo pasado en París.
Por su parte, un estudio francés señaló que, cuando la fracción de eyección cardíaca está reducida en pacientes coronarios, hay mayor riesgo de deterioro cognitivo global, incluso en quienes no han atravesado una cirugía cardíaca. “Aún en ausencia de ACV, los desórdenes cardíacos y los factores de riesgo vascular se asocian con un aumento del riesgo de deterioro cognitivo”, advirtió el neurólogo Didier Leys, de la Universidad de Lille, en Francia.
Otro aspecto a tomar en cuenta para evaluar la enfermedad de Alzheimer es la variante del gen de la apolipoproteína E (ApoE) que porta cada persona. La lipoproteína ApoE es un vehículo de transporte de colesterol y promueve que la proteína beta amiloide forme placas típicas en el cerebro de enfermos con Alzheimer.
Ubicado en el cromosoma 19, el gen de la ApoE se presenta en distintas variantes (o alelos). Quienes portan la variante ApoE-2 parecen estar protegidos del Alzheimer. En cambio, los que tienen una copia del alelo ApoE-4 tienen cuatro veces más riesgo de demencia (y 12 veces más riesgo si tienen dos copias del alelo ApoE-4).
¿Cómo actúa la lipoproteína ApoE4 en el Alzheimer? Hay dos mecanismos posibles. Por un lado, la lipoproteína provoca una disfunción en las mitocondrias que proveen energía a las células. Por el otro, promueve el depósito de proteína beta amiloide en el cerebro. En cualquier caso, los portadores del ApoE-4 deberían ser identificados para poder implementar medidas de control más intensas.
Entre las estrategias que se evalúan actualmente para la prevención de la demencia están la estimulación cognitiva y el aumento de la actividad física, así como también el control de la hipertensión, la hiperglucemia y la hipercolesterolemia.
El cerebro de los pacientes con Alzheimer muestra una significativa diferencia de tamaño con el normal. Además, presenta placas de proteína beta amiloide.
“Hay factores de riesgo de la demencia que no se pueden modificar, como la edad o la genética; pero otros sí, como el sedentarismo y la hipertensión”, insiste Augusto Vicario, director del Registro Nacional sobre Estado Cognitivo en pacientes con Hipertensión arterial.
Según el estudio Systolic Hypertension in Europe, reducir en 8 mm Hg la presión arterial sistólica y en 4 mm Hg la diastólica, produce una disminución en la incidencia de demencia del 55% anual. En este sentido, los fármacos antihipertensivos son herramientas para la prevención del deterioro cognitivo. Lo mismo puede decirse de las estatinas, los bloqueantes de calcio y anticoagulantes.
“Hay que tomar conciencia de que el envejecimiento normal no implica deterioro cognitivo ni lesiones vasculares. Por lo tanto, los médicos clínicos y cardiólogos deben estar atentos a los problemas de memoria y a las pequeñas lesiones vasculares cerebrales, que se presentan mucho tiempo antes que la demencia. Es importante que utilicen sencillos tests de evaluación cognitiva en el consultorio o que deriven a los pacientes a neurólogos y psiquiatras”, aconseja Vicario.
Si se controlan los factores de riesgo cardiovascular en una persona de 40 años y se retrasa cinco años la aparición de la demencia, dentro de diez años habrá la mitad de pacientes dementes respecto de lo esperado.