Temperaturas extremas aumentan el riesgo de infarto
Por Alejandra Folgarait
Las tormentas furiosas y la ola de calor que atravesaron varias provincias argentinas estos días no son las primeras ni serán las últimas del verano. Después de todo, los eventos extremos son característicos del cambio climático. Quizás, lo más novedoso en estos tiempos sea la alternancia de temperaturas extremas en un lapso de pocos días. Estas fluctuaciones súbitas de la temperatura externa pueden tener un impacto negativo sobre la salud e, incluso, aumentar el riesgo de infartos de miocardio, según reveló un estudio.
En el último congreso del American College of Cardiology, llevado a cabo en marzo pasado, investigadores de la Universidad de Michigan presentaron un análisis preliminar de más de 30.000 pacientes con infarto de miocardio que habían recibido una intervención percutánea para desobstruir una arteria entre 2010 y 2016. Al analizar las temperaturas del día del infarto y del día previo en el área de cada uno de los hospitales involucrados, los científicos obtuvieron una medida de la máxima diferencia de temperatura y descubrieron que las fluctuaciones térmicas de un día para el otro aumentaban el riesgo de ataque cardíaco. El peligro, descubrieron los científicos de Estados Unidos, aumenta especialmente cuando las diferencias súbitas de temperatura rondan los 10 grados o más.
“El calentamiento global provocará eventos extremos que, a su vez, generarán grandes fluctuaciones rápidas de temperatura”, explicó la cardióloga Hervig Andersson, primera autora del trabajo. “Nuestro estudio sugiere que esas fluctuaciones podrían aumentar los ataques cardíacos y afectar la salud global en el futuro”.
Según los cálculos de Andersson y sus colegas, por cada 5 grados de oscilación térmica, el riesgo de infarto se incrementa un 5%. El efecto resulta más pronunciado en los días de altas temperaturas. En un día de verano, con temperaturas de entre 35 y 40 grados, los infartos de miocardio podrían duplicarse.
Si bien el organismo cuenta con mecanismos para compensar la elevada temperatura ambiental, los especialistas advierten que los menores y los mayores de edad tienen dificultad en adaptarse y suelen deshidratarse rápidamente. Si una persona normalmente tiene que beber 2 litros de agua por día, la OMS recomienda que consuma entre 2,8 y 3,4 litros cuando la temperatura es mayor a los 32 grados centígrados.
Los pacientes con enfermedades cardiovasculares crónicas deberían tener especial cuidado durante los días de intenso calor, ya que suele incrementarse el output cardíaco, la sangre fluye hacia la piel para disipar el calor y, con la traspiración, se pierden fluidos y electrolitos. La práctica de actividad física extenuante también se desaconseja durante las olas de calor, ya que puede aumentar hasta 10 veces la producción de calor del organismo.
Cambio climático y salud
La incesante emisión a la atmósfera de dióxido de carbono, producto de la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas, está aumentando el efecto invernadero de la Tierra y generará un cambio en el clima de consecuencias potencialmente catastróficas. Los expertos calculan distintos escenarios futuros de acuerdo con el aumento de la temperatura hasta el año 2050, pero todos los panoramas incluyen una gran preocupación por la salud pública.
Cada vez más gente está expuesta en el mundo al calor. En 2017, según un estudio publicado en 2018 por The Lancet, 157 millones más personas fueron expuestas a olas de calor respecto del año 2000 y 153.000 millones de horas laborales se perdieron por la exposición al calor. Cada individuo del mundo fue expuesto a 1,4 días adicionales en olas de calor entre los años 2000 y 2017, comparados con los años 1985-2005..
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2030 y 2050 se producirán 250.000 muertes extras por día debido a problemas vinculados al cambio climático (malaria, diarrea, malnutrición y estrés por calor). Se estima que se producirán 38.000 muertes extras diarias en adultos mayores por efectos de las olas de calor. En total, los costos sanitarios debido al cambio climático rondarán los 2.000 a 4.000 millones de dólares anuales a partir de 2030.
Si bien algunas zonas del planeta pueden beneficiarse por un clima más templado y menos muertes durante los inviernos gracias al calentamiento global, los especialistas predicen un aumento de las enfermedades transmitidas por mosquitos (fiebre amarilla, dengue, Zika, Chikunguya, malaria, etc.) y otras patologías como consecuencia del calor extremo y las inundaciones. Después de todo, ya se vio lo que ocurrió en 2003 en Francia, cuando una ola de calor dejó un reguero de 70.000 muertes más de lo esperado para la época.
Un flamante informe comisionado por The Lancet subrayó que no se debe analizar el cambio climático en forma aislada sino en el contexto de las “pandemias” de obesidad y malnutrición. Los 43 expertos mundiales que forman parte de la Comisión organizada por The Lancet generaron el término “sindemia global” para referirse a los factores socioeconómicos comunes –sobreconsumo, marketing y fallas gubernamentales- que están detrás de las pandemias actuales de obesidad, malnutrición y cambio climático. Para enfrentar esta “sindemia”, los expertos proponen un convenio global para limitar el poder de la industria de la Big Food, redireccionar los subsidios hacia productos sustentables que no sumen gases de invernadero a la atmósfera, e incentivar la producción de alimentos saludables.