Estudio DETO2X-AMI: Oxigenoterapia en pacientes con sospecha de infarto agudo de miocardio
La combinación de las siguientes 3 variables: Suecia, estudio independiente y fármaco a evaluar: oxígeno, resulta al menos interesante. No olvidemos que la mayoría de los trials presentados en las sesiones principales de los Congresos internacionales son producto de inversiones de la industria, por lo que el estudio DETO2X-AMI se destaca del resto en este aspecto. Más aún al conocer que dicho estudio evalúa una conducta que todos hemos llevado adelante, sin beneficio demostrado a la fecha: oxigenoterapia en el escenario del infarto agudo de miocardio (IAM). ¿Quién de nosotros no ha colocado una cánula con oxígeno a un paciente cursando un síndrome coronario agudo? ¿Qué guía no lo recomienda? Pero ¿alguien sabe si es verdaderamente efectivo?
La oxigenoterapia se utiliza desde hace más de un siglo y es recomendada en las guías internacionales como parte del tratamiento de un paciente que cursa un IAM (indicación Clase I C, basada en consejo de expertos), a pesar de que existe limitada evidencia que avale su uso. El estudio DETO2X-AMI buscó determinar el beneficio del uso de oxígeno suplementario en pacientes que cursan un síndrome coronario agudo (SCA) con niveles de saturación de oxígeno >90%. Fue un estudio multicéntrico, que incluyó los 69 centros suecos con Unidad Coronaria e incluyó más del 90% de los IAM de Suecia. Se trata del estudio más grande a la fecha que evalúa el impacto de la oxigenoterapia en este escenario.
Se incluyeron pacientes con síntomas clásicos compatibles con un SCA de menos de 6 horas de duración y cambios en el electrocardiograma compatibles con isquemia o elevación de troponina sérica, mayores de 30 años y saturación de oxígeno basal ≥90%. Se excluyeron pacientes que recibían oxigenoterapia domiciliaria y aquellos con paro cardiaco previo a la inclusión. Se adjudicó aleatoriamente a los pacientes a una rama oxigenoterapia en la que recibían oxígeno con máscara a 6 l/min por 6-12 horas vs. una rama placebo que respiraba aire ambiente. Se definió como punto final primario la mortalidad por cualquier causa al año de la inclusión (análisis por intención de tratar). Se estimó un tamaño de la muestra de 2900 pacientes por rama, aproximadamente.
Se incluyeron 3.311 pacientes en la rama oxígeno y 3.318 en la rama placebo. La edad media fue de 68 años, 69% hombres, 18% diabéticos, 20% con IAM previo y 67% que fueron trasladados en ambulancia. La saturación de oxígeno media fue de 97% en ambos grupos. La duración promedio de la oxigenoterapia fue de 11,6 horas en la rama tratamiento, y el 66% de los pacientes recibió tratamiento con angioplastia en ambos grupos. No se observaron diferencias significativas entre los grupos en la tasa de shock cardiogénico (1%), uso de diuréticos intravenosos (9,5%), reinfarto (0,5%), paro cardíaco (2%) o muerte (1.6%) durante la internación. El diagnóstico al alta fue de IAM en el 76% de los casos, angina inestable en el 5,7% y otros diagnósticos cardiacos en el 7,7%.
No se observaron diferencias significativas en la incidencia del punto final primario entre ambos grupos (mortalidad al año de 5,1% en el grupo oxígeno vs. 5% al año en el grupo placebo, HR: 0,97, 0,79-1,21, p=0.8). En el análisis por subgrupos ningún grupo demostró beneficiarse de la oxigenoterapia. Tampoco se observaron diferencias en la concentración de troponina T entre ambos grupos (946,5 ng/l en el grupo oxígeno vs. 983 ng/l en la rama placebo, p=0.97).
Como conclusión, el estudio DETO2X-AMI demostró que la oxigenoterapia de rutina no otorgó beneficios en términos de mortalidad al año en pacientes que ingresaron con diagnóstico de sospecha de IAM versus respiración de aire ambiente. Estos resultados fueron consistentes en todos los subgrupos analizados, sin importar las características basales, ni el diagnóstico final.
Si bien la oxigenoterapia no es demasiado costosa, debemos tener en cuenta que en muchas ocasiones retrasa la administración de medicamentos con probada eficacia en pacientes con sospecha de IAM y que, además, el costo de administrarla de manera rutinaria puede ser considerable y dichos recursos podrían asignarse a tratamientos que otorguen beneficios.
Por la Dra. María Celeste Carrero, para SAC Joven