El corazón en el Antiguo Egipto: acerca de ibis y escarabajos
Si en la Mesopotamia se consideraba al hígado el órgano esencial para la vida, fue en el Antiguo Egipto donde el corazón asumió un papel central, hasta el punto que se ha dicho que la cultura egipcia fue una “cultura del corazón”.
Concebían los egipcios dos corazones, Ib y Haty.
Ib era la sede de la conciencia, el corazón moral, el vínculo entre la tierra y el cielo. Muchas palabras incluían al fonema ib: aut-ib (amplitud de corazón, alegría), aqa-ib (de corazón correcto, honrado), uba-ib (abrir el corazón, confiar), beten-ib (de corazón desafiante, insolente), Jak-ib (carente de corazón, enajenado). Justamente esta última palabra hace hincapié en un hecho central: el corazón es la conciencia, el que carece de corazón no es en sí.
Ptah-Hotep. visir de un faraón en la quinta dinastía, unos 2400 años antes de Cristo, redactó una serie de proverbios para su hijo, que llegaron hasta nosotros en el papiro Prysse, que guardado en la Biblioteca Nacional de Francia es uno de los más antiguos manuscritos conocidos. Allí se leen, entre otras, las siguientes frases: “Sigue a tu corazón durante toda tu vida”, ”No vivir de acuerdo al corazón hace desaparecer el corazón”, “Sólo puede mandar aquel que llega al corazón” “Quien obedece a su corazón estará en orden”. El corazón, en esta concepción debe mantenerse cuerdo, y no escuchar la voz del deseo y los instintos: “El corazón se extravía oyendo a su vientre”.
El signo jeroglífico que representaba al corazón era una vasija, por ser la sede de la conciencia. Y también representaba al corazón el ave ibis, sagrada para los egipcios, que, consagrada al dios Thoth (representado con cabeza de ibis, dios de la sabiduría, la música, el lenguaje y la escritura), era momificada y sepultada en tumbas especialmente destinadas a recibirla.
Haty era el corazón físico, anatómico. Significa literalmente “lo que está adelante, el pecho”. En los himnos egipcios se pedía que no se transformara ante el contacto con lo que le era externo, que fuera capaz de conservar su propio fuego para alumbrar la vida. Ib era el corazón metafísico, Haty su poder.
Cuando llegaba la muerte diferentes símbolos que remiten al corazón acompañaban al difunto en el proceso de momificación: piedras corazón, con forma de cuenco, y fundamentalmente los escarabeos, amuletos con forma de escarabajo pelotero, insecto del que se creía que podía autoreproducirse depositando su esperma en una bola de estiércol, y al que se vinculaba con la idea de la resurrección. Así como el Sol rueda cada día en la bóveda celeste y desaparece al llegar la noche, surgiendo en la mañana siguiente desde la tierra, así el escarabajo surgía de los excrementos, aparentemente auto creado, arrastrando una pelota que remitía al sol. Y así como el Sol está en el centro del sistema solar el corazón ocupa el centro del hombre. Escarabajo, sol y corazón quedaban entonces vinculados, y los escarabeos, hechos con materiales diversos (cornalina, lapislázuli, amatista, hueso) eran colocados sobre el pecho de los muertos (mucho menos frecuentemente sobre la boca, la ropa, al lado del cuerpo o como colgante en el cuello) para proteger el corazón y acompañarlo a afrontar el Juicio de Osiris, al que nos referiremos en la próxima entrega.
Jorge Thierer
Fuentes consultadas
Una Historia del Corazón. O. M. Hoystad. Ed. lengua de Trapo y Ed. Manantial, 2008.
Introducción a los jeroglíficos egipcios. M Collier, B Manley, Alianza Editorial 2007.
El corazón en el Antiguo Egipto. J Romero http://josecarlosfernandezromero.com/2011/11/20
El escarabajo del corazón. P Pujol http://www.egiptologia.com.es/