La circulación pulmonar, un descubrimiento árabe. Ibn Nafis
Ala ad-Din Abu al-Hasan Ali Ibn Abi-Hazm-al-Qarshi, conocido como Ibn Nafis nació en 1210. Vivió hasta promediar su juventud en su ciudad natal, Damasco. Allí no solo recibió formación como médico, sino también instrucción en jurisprudencia y teología. En 1236 emigró a Egipto, donde desarrolló la parte más productiva de su carrera. Fue jefe médico de los hospitales de Al-Nassri y de Al-Mansouri, y médico del sultán. Era un hombre profundamente religioso, al punto tal que se relata que hallándose gravemente enfermo y a punto de morir en 1288 le prescribieron tomar vino, y se negó a hacerlo para no presentarse con alcohol en su cuerpo delante de Alá. Era también la religión el impedimento para practicar disecciones, y eso eleva aún más en nuestra valoración su figura. Porque basándose solamente en conocimientos anteriores y en su razonamiento Ibn Nafis desarrolló el concepto de la circulación pulmonar.
Como vimos en una entrega anterior, el dogma de Galeno establecía que en el hígado se formaba la sangre, llevada por la vena cava al corazón derecho. Galeno sostenía que la arteria pulmonar llevaba la sangre impura a los pulmones, pero decía además que la sangre también pasaba de derecha a izquierda a través de poros en el septum interventricular. En los pulmones el cuerpo se cargaba de pneuma, que mezclado con la sangre llegada desde el corazón derecho, la purificaba. Ibn Nafis, formado como todos los médicos de la Edad Media en las enseñanzas de Galeno y Avicena, se atrevió a escribir un Comentario al Canon de este último (un facsímil del manuscrito y una de sus ilustraciones podemos ver al pie de la nota), en el que, entre otras cosas, discutió al primero. Sostuvo, en efecto, como Galeno, la existencia de dos ventrículos, pero afirmó que la sangre de la cámara derecha del corazón debe llegar a la cámara izquierda pero no hay una vía directa entre ambas, y que “el grueso septo cardíaco no está perforado y no tiene poros visibles como alguna gente piensa ni invisibles como pensaba Galeno”. De manera que la sangre de la cámara derecha fluye, escribió, a través de la vena arteriosa (la arteria pulmonar) hasta los pulmones donde se distribuye a través de su parénquima, se mezcla con el aire, pasa a la arteria venosa (la vena pulmonar) y alcanza la cámara izquierda del corazón. Y por si fuera poco, dio una de las primeras descripciones de las arterias coronarias, al referir que “el corazón se nutre a partir de los vasos que penetran el cuerpo del corazón”, y no de la sangre que llega al corazón derecho, como quería Avicena.
Solo por algo parecido al azar llegaron hasta nosotros las teorías de Ibn Nafis. Un médico egipcio, Muhyi ad-Din al-Tatawi, descubrió en 1924, mientras estudiaba historia de la medicina árabe, un manuscrito del Comentario al Canon de Avicena en la Biblioteca Prusiana en Berlín, y describió sus hallazgos en la tesis doctoral que presentó en la Facultad de Freiburg. Ibn Nafis había sido un médico muy reputado en su época, considerado dentro del mundo árabe el segundo Avicena. Siete siglos de olvido lo cubrieron, y solo un hallazgo accidental pudo devolverlo a la consideración que merece. Mientras tanto, y como veremos en la próxima entrega, otros médicos reclamaron para sí el mérito de descubrir la circulación a la que solo porque su recorrido es más corto, podemos llamar menor.
Jorge Thierer
Fuentes consultadas
L M Magner. A History of Medicine. Taylor & Francis Group 2005.
H F Nagamia. The Discoverer of Pulmonary and Coronary Circulation.