William Heberden, y su inolvidable descripción de la angina de pecho
La que vamos a contar es la historia de un hombre que dedicó su vida a lo que le apasionaba, la transcurrió sin sobresaltos, hizo aportes fundamentales en su disciplina, fue reconocido por ello cuando estaba vivo, y murió a una edad que aun con los cánones actuales podemos considerar avanzada. Es, en suma, una historia feliz.
William Heberden nació en Londres en 1710. Su padre era posadero. Cursó sus primeros estudios en la Escuela de Gramática de St. Saviour, y desde los 14 años concurrió al Colegio St. John, en Cambridge. Allí obtuvo primero una maestría en artes, y a los 29 años el título de doctor en medicina. Permaneció 10 años en Cambridge, practicando, aprendiendo y enseñando medicina. En 1746 consiguió ser parte del Colegio Real de Médicos de Londres, y dos años más tarde se estableció definitivamente en esa ciudad, invitado por Sir Edward Hulse, que era médico del rey Jorge III. En solo un año fue designado miembro de la Royal Society, y dedicó las siguientes tres décadas al ejercicio de su profesión.
Sistemáticamente tomaba notas de sus hallazgos y de la suerte de sus pacientes. Al final de cada mes organizaba sus apuntes, escritos en inglés o latín. En 1766 propuso al Colegio Médico publicar periódicamente los aportes de los diferentes miembros bajo el título de Actas Médicas, y tres volúmenes vieron sucesivamente la luz. En esas Actas dio a conocer muchas de sus observaciones, y reunió el grueso de las mismas en sus Commentarii de morborum historia et curatione, que su hijo tradujo al inglés.
Dos especialidades médicas recuerdan especialmente a Heberden. Los reumatólogos citan los nódulos que llevan su nombre, nódulos a los que él, a la manera clásica, nominó en latín digitorum nodi. Los definía como “nódulos duros, de aproximadamente el tamaño de un guisante, que se pueden ver con frecuencia encima de los dedos, especialmente a poca distancia del final y cerca de la articulación. Ellos no tienen relación con la gota, pueden ser vistos en personas que nunca la han padecido; y persisten a lo largo de la vida”. Considerado el padre de esta rama de la medicina, aún hoy la Sociedad Británica de Reumatología es la Heberden Society.
Pero más allá del epónimo, ¿cómo no admirar a Heberden, nosotros los cardiólogos, si pese a no ser el descubridor del cuadro, fue quien describió en forma imborrable y en un inglés literario, la angina de pecho? De 1768 data este escrito:
“Pero hay un desorden del pecho marcado por síntomas fuertes y peculiares, considerable por el tipo de peligro que le es propio, y no extremadamente raro, que merece ser mencionado con más detalle. La sede y la sensación de estrangulamiento y ansiedad que le son propios pueden hacer que no incorrectamente se le denomine angina de pecho. Aquellos que están afligidos con ella, son tomados mientras caminan (más especialmente si es cuesta arriba, y poco después de comer) con una sensación dolorosa y desagradable en el pecho, que parece como si fuera a extinguir la vida si fuera a aumentar o continuar; pero en el momento en que se detienen, toda esta inquietud desaparece. En todos los demás aspectos, los pacientes están, al comienzo de este trastorno, perfectamente bien, y en particular no tienen dificultad para respirar, de lo cual es totalmente diferente. El dolor a veces se encuentra en la parte superior, a veces en el medio, a veces en la parte inferior del esternón, y con frecuencia más inclinado hacia la izquierda que hacia la derecha. Asimismo, con mucha frecuencia se extiende desde el pecho hasta la mitad del brazo izquierdo. El pulso es, al menos algunas veces, no perturbado por este dolor, como he tenido oportunidades de observar al sentir el pulso durante el paroxismo. Los hombres son más propensos a este trastorno, especialmente aquellos que han cumplido cincuenta años. Después de haber continuado un año o más, no cesará tan instantáneamente al detenerse; y se encenderá no solo cuando las personas caminan, sino cuando están acostadas, especialmente si se encuentran del lado izquierdo y las obligan a levantarse de la cama. En algunos casos inveterados ha sido provocado por el movimiento de un caballo, o un carruaje, e incluso al tragar, toser, ir a defecar o hablar, o cualquier alteración de la mente. Tal es el aspecto más habitual de esta enfermedad; pero algunas variedades pueden encontrarse. Algunos han sido capturados mientras estaban quietos, o sentados, también al despertarse; y el dolor a veces llega al brazo derecho, así como al izquierdo e incluso a las manos, pero esto no es común; en muy pocos casos, el brazo al mismo tiempo se ha adormecido e hinchado. En una o dos personas, el dolor ha durado algunas horas o incluso días; pero esto sucedió cuando la queja era de larga data y estaba profundamente enraizada en la constitución; una vez, solo el primer ataque continuó toda la noche. He visto a casi cien personas bajo este trastorno, de los cuales ha habido tres mujeres y un niño de doce años. Todos los demás eran hombres que tenían más o menos el quincuagésimo año de su edad.
La terminación de la angina de pecho es notable. Porque si ningún accidente interfiere, pero la enfermedad llega a su altura, todos los pacientes caen de repente y mueren casi de inmediato. De lo cual, en verdad, sus frecuentes desfallecimientos y sensaciones, como si todos los poderes de la vida estuvieran fallando, proporcionan una no oscura insinuación».
Y tuvo aún tiempo para diferenciar viruela de varicela, incursionar en la medicina preventiva haciendo notar la necesidad de filtrar el agua antes de consumirla, y colaborar con Benjamín Franklin en la preparación de un panfleto aconsejando a los padres cómo vacunar a sus hijos contra la viruela en las colonias inglesas en América. Se dedicó también a la botánica (como Hales, como Withering) y una planta, la hebernia, recuerda sus afanes. Samuel Johnson, un coloso de la literatura inglesa, lo llamó “el último de los romanos”, aludiendo a su vasta cultura y sus conocimientos médicos. Su fama trascendió las fronteras y la Real Sociedad de París lo hizo uno de sus miembros en 1778.
Se retiró del ejercicio activo de la profesión a los 72 años, pero siguió atendiendo pacientes en los inviernos unos años más. Murió apaciblemente a los 91, en 1801, en su residencia en Pall Mall. Fue testigo privilegiado del transcurrir del siglo XVIII, y una de sus figuras médicas más reconocidas. Aún hoy lo recordamos. ¿Hubiera podido pedir más?
Dr. Jorge Thierer
Fuentes consultadas
Fernández-Vázquez JM, Ayala-Gamboa U, Camacho-Galindo J William Heberden (1710-1801) Acta Ortopédica Mexicana 2011; 25: 195-196.
Bendiner E: William Heberden: father of observation. Hosp Pract (Off Ed) 1991; 26: 103-106, 109, 113-6.
Heberden, W. 1772. Some account of a disorder of the breast. Medical Transactions. The Royal College of Physicians of London. 2: 59-67.
T. Y. Lian K. K. T. Lim. The legacy of William Heberden the Elder (1710–1801) Rheumatology, 2004; 43: 664–665.