Entrevista al Dr. Carlos Barrero
Dr. Carlos Barrero | Jefe del Servicio de Cardiología de la Clínica Bazterrica – Ex Presidente SAC 2011
La vocación fue surgiendo a lo largo del secundario. Quizás mi decisión de ser médico fue marcada por el gusto personal por la biología que fue potenciado, sin duda, por la profesora de biología de 3 y 4 año que era una persona que amaba su profesión de docente y nos hacía estudiar de los apuntes que ella elaboraba. Asimismo, preparaba los exámenes donde las preguntas eran fisiopatológicas y no de memorización.
Entonces, el gusto que tenía por la biología se profundizó aún más en el ser humano.
Era una profesión que cuenta, y contaba aún más todavía, con cierto prestigio y se reconocía al médico como alguien que ayudaba al otro y tenía un prestigio social y de respeto.
La profesión médica tenía una impronta importante en la cual uno podría ejercer, trabajar dignamente y vivir. Creo que todo eso construyó un poco la elección.
Mis padres no eran médicos, y era su deseo que su hijo estudiara en la Universidad y fuera un profesional en cualquier carrera que eligiera.
Había dos especialidades que me gustaban mucho, la neurología y la cardiología, y elegí esta última.
En los inicios, tuve el orgullo de haber podido acceder a una residencia en un lugar prestigioso como el Hospital Argerich.
Uno entraba con una mezcla de temor porque uno no sabía hacer nada, pero por otro lado, había exigencias. Sin embargo, todo ocurría dentro de una estructura que contenía, como una nueva comunidad o una nueva familia a la que uno ingresaba: exigía, daba y contenía.
Uno se sentía muy orgulloso queriendo imitar a los residentes de último año.
Recuerdo mi primera jornada de CONAREC como residente de primer año, cuando miraba a los residentes de último año que hacían mesas redondas, coordinaban, y se desempeñaban como cardiólogos grandes. Yo me preguntaba: ¿yo podré hacer eso?
Uno sabía que al ser médico y completar una residencia, tenía un piso muy alto del cual partir. El techo dependía de uno. Eso era lo que sentía.
En cada etapa me gustaba vivir el presente, mirando un poco de donde venía, pero tampoco calculando exhaustivamente el futuro.
Al pertenecer a un Servicio de Cardiología como el del Hospital Argerich la figura del Dr. Bertolasi fue muy importante en mi carrera.
En un Hospital con todas las características propias de un hospital público, el servicio de cardiología se manejaba con una exigencia de resultados que no era muy característico de los servicios médicos públicos y, por eso, era un servicio que se destacaba.
Si bien he tenido muy buena relación con mi jefe de residentes, como el Dr. Vidal, toda la actividad del servicio, las líneas de trabajo, el pensamiento y la energía giraban alrededor de Bertolasi. Entonces, esa impronta fue muy grande.
Nos enseñó una manera de pensar, desde el paciente a la enfermedad y luego los métodos diagnósticos y terapéuticos. Era una época donde uno era bombardeado constantemente con nueva información, nuevas tecnologías y nuevas posibilidades diagnósticas y eso generaba confusión. Y la mentalidad de Bertolasi nos enfocaba hacia el paciente y hacia la fisiopatología. Lograba así que todo lo anterior lo utilicemos en la ocasión adecuada, sin marearnos.
Uno de mis objetivos es haber podido transmitir esto a los que nos siguen. Tal vez, ese sea el gran mérito de una persona como Bertolasi: la siembra que dejó en la mente de los otros.
No me gusta mirar hacia atrás. Por mi forma de ser, trato de vivir el presente, el presente es lo único que uno tiene, el futuro es un proyecto, el pasado no está más. Por lo cual, uno trata de hacer lo mejor posible en el presente, eso va construyendo la cadena. Uno debería ir haciendo lo mejor posible en cada etapa, que de eso se trata vivir.
Pero volviendo a la pregunta, sin duda el haber tenido el privilegio de haber realizado una residencia.
Otro logro es haber llegado al cargo más alto en la sociedad científica de mi especialidad, a la que uno quiere tanto y entregó parte de su vida paralelamente con el trabajo médico.
En tercer lugar, poder haber llegado a dirigir un servicio donde uno tiene residentes. Eso permite afortunadamente hacer mós o menos lo mismo, trabajar con la misma libertad, la misma capacidad para pensar y decidir que hacía cuando yo era residente, aunque sin duda, con más recursos. ¿Qué más puedo pedir?
Cuando entré a la SAC, no pensaba lo que me iba a dar. Sabía que tenía que hacerlo porque así debía ser. Así era el mandato y era parte del desarrollo curricular. Parte de la carrera de uno de la vida o profesional, como seres gregarios, es tener participación en nuestra sociedad a nivel país, o de la sociedad. Esa participación desinteresada es parte de nuestra construcción de personalidad, nos hace mejores porque compartimos desinteresadamente con gente con la cual no interactuaríamos sino fuera por la sociedad, en un proyecto común. Nos hace mejores personas, médicos e incluso ciudadanos, porque nos enseña que la participación societaria desinteresada logra cosas.
En la vida de la sociedad la presidencia fue el logro más importante, pero el año 1987 fue un año con cosas agridulces que me marcó mucho.
Ingresé como vocal en el consejo de emergencias en dicho año, recibí la membresía titular y ganamos el premio 50º aniversario de la SAC, con el trabajo de la fisiopatología de la enfermedad coronaria. Sin embargo, ese mismo año falleció mi madre. Fue un año muy movilizador.
A partir de ahí fui pasando por todas las áreas, que me dejaron un muy buen recuerdo. Pude llegar a los cargos más altos de cada una de ellas.
Luego llegué a la mesa directiva de la SAC en el 2002 como tesorero y, finalmente a la presidencia. Pero en cada etapa uno da su contribución y su sello y esa es la inercia y el empuje que recibe la SAC.
Decía un ex presidente, el Dr. Jorge Tronge, que uno en realidad como presidente en una sociedad que se nutre y crece con el trabajo desinteresado de todos sus socios en diferentes responsabilidades, uno completa obras de otros e inicia obras que van a completar otros. Ese es el secreto de la SAC y para mí, una parte importante de la vida.
Si no hubiera sido médico, habría una dualidad, o algo de ciencias exactas, probablemente física o alguna carrera humanística. Literatura, historia o idiomas.
Que cada etapa que transiten, la hagan con ahínco y pasión, y evitando saltear etapas.
Como se hacía antiguamente para ablandar un auto, en los primeros kilómetros cuando uno pasaba los cambios tenía que pasar el acelerador al fondo para aumentar las revoluciones, antes de pasar a segunda o tercera. No pasar rápido porque estaba en ablande.
Habría que hacer eso en la carrera de uno: con calma, sosiego y energía, pasión y concentración en lo que está haciendo en ese momento. Para después pasar a la otra etapa.
Eso es bueno para uno y eso se ve. Sin duda es parte del capital personal que uno puede ir adquiriendo.