Entrevista al Dr. Hernán Doval
Dr. Hernán Doval | Director de la Revista Argentina de Cardiología
Fue un poco por descarte, cuando cursé el secundario los profesores del colegio pensaban que podía ser abogado, porque me gustaba discutir y argumentar. También en algún momento pensé que podía ser arquitecto porque me gustaba hacer grandes obras.
Lo que me hizo decidir por la medicina es que necesitaba, para ser feliz, una profesión que me pusiera en contacto con la gente y no un trabajo burocrático detrás de un escritorio. Una profesión donde tuviera que estar cara a cara con la gente, poder conocerla y ayudarla, teniendo en cuenta el respeto por el otro.
Cuando empecé el secundario mi madre me compró un sobretodo y yo me sentía un poco incómodo cuando pasaba por la esquina del colegio porque había un chico de mi edad que era diariero y no tenía sobretodo y decidí no usarlo, pensaba «¿Porque yo que solo tenía que estudiar podía tenerlo y el chico que trabajaba no?» Inventé mil escusas para no ponérmelo al pasar frente a ese niño y esquivar los retos de mi madre.
Creo que ese tipo de vivencias, lo van haciendo decidirse en el camino. Yo busqué una profesión que, al ejercerla, esas diferencias sean dejadas de lado y poder tomar decisiones sin depender de las diferencias sociales o de otros elementos que la dificulten.
En cuanto a elegir cardiología fue un tanto más complejo. Yo veo la cardiología como una de las formas de hacer medicina general.
Cuando hice la residencia de Clínica Médica en el CEMIC buscaba una formación como clínico (médico general); tenía el sueño de que un buen médico podía hacer todo por su paciente. Había formado un pequeño laboratorio en mi casa para mi futuro consultorio, en mi residencia realizaba las diálisis (en Bs. As. solo la efectuaban en el Instituto Lanari además del CEMIC) y comenzamos el manejo en terapia intensiva y la utilización inicial de un respirador volumétrico. Así se pensaba en esa época.
Luego, al llegar a mi último año debía elegir profundizar alguna especialidad clínica. El tucumano Dr. Astorga, mi residente superior, me comentó que había estado concurriendo al Servicio de Cardiología del Hospital Italiano y que allí estaban comenzando a intentar desarrollar una Unidad Coronaria para tratar activa e intensivamente los pacientes cardíacos agudos (yo sólo tenía experiencias en pacientes cardíacos crónicos) y me fascinó el hecho de poder resolver el problema vital del paciente de manera inmediata y ver sus resultados.
La Unidad Coronaria surgió por el avance de la aparición del desfibrilador diseñado por Lown, que impedía la muerte súbita por fibrilación ventricular y se necesitaba monitorizar en forma continua el ECG para poder actuar, pero ahora los pacientes morían por falla de bomba por shock cardiogénico y la falta de información para mejorar a los pacientes con infarto me impulsó a rotar ese año en el Hospital Italiano. Al terminar mi residencia el Dr. Raúl Olivieri me ofreció y acepté convertirme en el primer médico a tiempo completo para trabajar en cardiología y fundamentalmente en la Unidad Coronaria. Con el desarrollo que tomó la Unidad Coronaria y la creciente creatividad en el manejo del paciente, cambié mi idea de ser médico general (que para mí sigue siendo el médico principal de un sistema de salud) y me convertí en hospitalista es decir, médico de hospital a tiempo completo.
Mi sueño era poder hacer cardiología con un punto de vista humanístico, clínico y científico. Estuve muy involucrado desde el principio en tratar de entender la fisiopatología de la insuficiencia cardiaca. Incluso hasta inventamos un catéter endovascular (catéter de Doval), haciendo un doble bucle inicial en una sonda K 30 y guiado por electrocardiografía. Tenía un hilo de cobre interno que terminaba distalmente en un anillo externo y la parte proximal se conectaba a la precordial del electrocardiógrafo (la experiencia se encuentra publicada en la revista de la SAC), y nos permitía conocer la presión capilar pulmonar de lleno a partir de la presión diastólica pulmonar (previo a la aparición del catéter de Swan y Ganz) y de esta forma, frente a un paciente hipotenso podíamos conocer si estaba en falla cardíaca o hipovolémico.
Uno de mis objetivos fue desarrollar un grupo de médicos con independencia de pensamiento, con capacidad de investigar y generar proyectos independientes de la industria. Un equipo de médicos que tuviera como objetivo publicar trabajos pragmáticos que mejore el enfoque clínico. Ese fue el grupo de investigación clínica GESICA.
Cuando me quejaba con el Dr. Salim Yusuf de la precariedad de medios que teníamos para desarrollar nuestro primer trabajo randomizado con amiodarona en la insuficiencia cardíaca, me dijo: «una vez que publiquen en el Lancet, no van a tener nunca más estos problemas, van a poder hacer los estudios que quieran». Pero desgraciadamente para nosotros se equivocó, porque esto es la Argentina, no el Reino Unido o EE UU donde estaba trabajando, nunca conseguimos financiación fácil para ningún trabajo científico.
Yo lo dividiría en 2 etapas. En la etapa de clínica médica, mi mentor indiscutible fue el Dr. Norberto Quirno, que era mi jefe y un clínico excepcional. Él todas las mañanas evaluaba a todos los pacientes nuevos con los residentes de primer año y para mi fue una experiencia espectacular ver un paciente con él, porque era alguien que tenía mucha experiencia y me enseñó algunas cosas útiles, como percutir y auscultar aún el hígado, en resumen como examinar pacientes.
Para mí fue excepcional esa experiencia del primer año de la residencia; el primer 25 y 31 de diciembre estuve de guardia y Quirno se presentó con una botella de champagne para brindar con nosotros, teniendo ya más de 60 años, pertenecía a la oligarquía, pero nada le gustaba más que estar con los residentes y sus pacientes. En mi segunda etapa ya en cardiología, cuando terminé la residencia en CEMIC me ofrecieron seguir mi carrera como clínico en la institución, pero preferí unirme al grupo que desarrolló la Unidad Coronaria en el Hospital Italiano.
El Dr. Raúl Olivieri, confió en mis condiciones para tal proyecto y a través de él llego mi nombramiento como médico a tiempo completo, fui el primer médico nombrado en esas condiciones en la Unidad Coronaria. Fue un gesto de confianza que nunca voy a olvidar. Raúl era un tipo fuera de serie, que nos permitió desarrollarnos en lo que queríamos, sentí que uno podía hacer cosas y que no había envidia profesional de ningún tipo, nos permitió a todos buscar nuestros propios objetivos. Para mí fue una persona de excepción, poco reconocido tanto en el hospital como en la cardiología.
El primero supongo fue haberme dado cuenta que la medicina técnica, aunque importante, es solo una parte de la medicina y no el todo.
Después, que la medicina siempre implica una relación entre dos personas. Es tan importante conocer la enfermedad que tiene el paciente como conocer al paciente que tiene la enfermedad. Para hacer buena medicina hay que involucrarse y comprometerse a buscar la mejor manera de resolver lo que necesita el paciente.
Luego hay que enamorarse de la medicina, pero a su vez, saber que como persona nada de lo humano puede resultarnos indiferente. Por eso es necesario ser fiel a las convicciones personales y saber dar lugar también a otras obligaciones sociales, familiares, con amigos y compañeros, entre otras.
Para mí la SAC significa una organización muy importante para la formación de nuevos cardiólogos. Por eso trabajé en la SAC, formando parte de los Consejos que se fueron creando, el inicial de Insuficiencia Cardíaca con Raúl Olivieri, después dirigí el de Unidad Coronaria, más tarde estuve un tiempo en la revista. Hasta que un día me fui por mantener mis convicciones.
¿Por qué me sucedió esto?. El Dr. Rosenbaum había enviado un artículo a la revista que era muy original, donde explicaba el mecanismo de fuelle del bloqueo en fase 3 – 4 y lo llamó «Efecto Troilo» (Rosenbaum como tanguero admiraba al bandoneonista excepcional que era Troilo y quería rendirle un homenaje), pero el director de la revista, de ese época, le pidió que para poder publicarlo tenía que cambiarle el título, me pareció un despropósito. Era, sin ninguna duda, un hallazgo muy creativo y era seguro que cualquier revista cardiológica de primera línea lo publicaría sin hesitar con ese nombre. Rosenbaum, el descubridor del efecto fuelle, tenía derecho a ponerle el nombre que deseara, al no aceptarlo nos privamos de ser citado por todo el mundo cardiológico.
En ese momento me retiré de la revista, me pereció una mediocridad no aceptarle a Rosenbaum que le pusiera a su descubrimiento “Efecto Troilo”.
Pasaron unos años y el mismo Raúl Oliveri me convocó para volver a la revista como secretario. Y después cuando Oliveri deja la revista, quedo al frente como director, de eso debe ser 12 años atrás.
Se formó un grupo que trabajó a gusto y creativamente para elevar la calidad de la RAC, inicialmente con el Dr. Carlos Tajer, que ya conocía muy bien desde su época de residente del Italiano. Con el Dr. Jorge Trainini que se dedicó a llevar el arte pictórico a la revista, más recientemente al pujante y activo del Dr. Borracci y el reconocimiento a la dedicación de todos los que se reúnen los miércoles. Carlos Tajer desarrollo el ENAI desde el comité de investigación de la SAC y yo el GESICA con amiodarona, una persona cara a ambos nos comentó porque no reuníamos fuerzas. Pareció razonable y entonces acordamos con Tajer crear un lugar donde se pueda estudiar y enseñar, investigación clínica, un lugar de educación, así nació GEDIC (Grupo de estudio y docencia e investigación clínica).
Creo que algunas cosas uno las trae desde chico, otras se desarrollan, pienso que yo no podría haber hecho otra cosa mejor que la de ser médico. La vida tiene muchas cosas inesperadas, eso hace que sea divertida y no monótona. Uno va eligiendo y no sabe bien los resultados futuros, pero si uno va eligiendo con sus sentimientos profundos difícilmente se equivoca.
Primero, que todo se puede lograr con esfuerzo. Hay que ser honesto y perseverante. Estudiar, preguntar, criticar, siempre buscar la verdad. Es un camino largo pero placentero. Los jóvenes deberían tener esto siempre presente, si luchan convencidos tienen grandes posibilidades de triunfar, y si no pueden reclamar el honor de haberlo intentado. Algunas cosas cuestan más, otras menos, pero todo se consigue con esfuerzo.
Segundo, hay que perseverar en el camino para poder lograr las metas propuestas. Hay que lograr desarrollarse como persona en forma global que en definitiva nos hará mejores médicos.
Tercero, hay que perder el miedo a dar una opinión y a equivocarse. La vida y la medicina siempre dan la posibilidad de arrepentirse y corregir errores.