Entrevista al Dr. José Antonio Navia
Dr. José Antonio Navia | Presidente Academia Nacional de Medicina 2012-2014 | Presidente SAC 1987
La primera experiencia en la medicina fue dada por el médico de mi familia. Yo era chico, tenía 10 ó 12 años y el médico de mi familia en Mar del Plata, era un cirujano de tórax. En esa época la cirugía torácica recién nacía. Se llamaba Hipólito Echevarría y fue mi mentor en los primeros 10 años de mi carrera, ya que hice cirugía con él.
Cuando luego, ya estudiaba medicina antes de recibirme, cada vez que yo viajaba a Mar del Plata, lo iba a ayudar en las cirugías. Él era cirujano del Sanatorio Marítimo, aproximadamente en el año 1964 y allí se operaban pacientes con tuberculosis y se realizaban resecciones pulmonares, resecciones costales, neumonectomías. Eran cirugías tremendas. Yo aprendí mucho operando y del manejo postoperatorio. Después yo seguí trabajando en cirugía general con él, hasta que conocí a René Favaloro en el año 1968, cuando realizó charlas en Mar del Plata mostrando las primeras coronariografías de Mason Sones y traía toda la técnica quirúrgica que habían iniciado con los primeros by-pass, implantes de mamaria intramiocárdica, interposición de venas y resección de trozos de arteria con oclusión. Era la época de los inicios de la cirugía coronaria. Él me ayudó para llegar a la Cleveland Clinic. Y en el año 1970, luego de rendir todos los exámenes correspondientes, con mucho esfuerzo, ingresé al Fellowship de Cirugía Cardiovascular en la Cleveland Clinic. Éramos unos cuantos. En ese momento ya estaban allá los Dres. Roncoroni y Liliana Grinfeld, que habían sido compañeros míos de la Facultad en La Plata. Durante nuestra época de estudiantes, todos habíamos recibido una importante influencia del Dr. David Grinfeld, padre de Liliana y profesor de la facultad, que era un cirujano general, pionero de la cirugía cardiovascular y de la cirugía vascular. Todo ello me llevó a volcarme a la cirugía cardíaca y a la cardiología.
Más importante aún en mi elección fue el hecho que mi padre falleció a los 54 años luego de dos infartos y un accidente cerebrovascular. Eso me marcó mucho y me llevó a la cirugía cardíaca. En ese momento no había unidad coronaria y había un cardiólogo en Mar del Plata que había traído un osciloscopio. Me tocó estar durmiendo al lado de mi padre internado y que me pidiera que le avisara si “veía algo raro” en el osciloscopio. Mi padre no llegó a verme médico.
En la Cleveland Clinic pasé dos largos años, maravillosos, de mucho trabajo. Hacíamos nueve casos de cirugía cardíaca por día, con 18 pacientes en la unidad de recuperación. Teníamos guardia día por medio y salíamos de la guardia e íbamos a quirófano. Los rounds comenzaban a las 6:30 de la mañana en la cafetería del hospital. Revisábamos diariamente las tarjetas de los 150 pacientes antes de ir a quirófano.
En esa época tuve una ayuda muy importante de amigos de Argentina y de todas partes del mundo. En esa época el quirófano de Favaloro atraía al mundo, venían residentes de todos lados a sus cirugías, de Tailandia, de Japón.
En ese momento mi sueño, que era compartido por el grupo, era traer aquello que habíamos aprendido a nuestro país. La cirugía cardíaca estaba en pañales en la Argentina. No existía escuela de cirugía cardíaca en nuestro país. Fue iniciada por René y fue explosiva en el país. Y de allí salió cantidad de gente formada que todavía están manejando servicios en el país. Asimismo también se formaron muchos profesionales extranjeros y de Latinoamérica.
Esos fueron años muy lindos e interesantes y de gran desarrollo. Siempre teníamos la idea y la aspiración de que algún día manejaríamos un servicio. Por eso aprovechábamos todo y recogíamos la experiencia.
En el período que volvimos de la Argentina al Sanatorio Güemes, los primeros que armaron el servicio fueron René, Roncoroni y Liliana. Al año siguiente nos adosamos al grupo con Shinji y teníamos una euforia porque nos creíamos capaces de hacer cirugía de alto vuelo. Posteriormente volvimos a Estados Unidos a perfeccionarnos y armamos un grupo en el Sanatorio Antártida, queríamos volar y estábamos preparados para hacerlo.
Luego me ofrecieron la subjefatura del Servicio de Cirugía cardíaca en el Hospital Italiano, en una época muy difícil del país. Tuve el honor de trabajar con los Dres. Oliveri y Liotta, quienes habían formado cantidad de residentes, fundadores de una escuela cardiológica. Allí yo tuve una experiencia muy interesante, disfruté de una libertad intelectual interesante.
René fue un referente tremendo. Como profesional era brillante, y como personalidad era un tipo avasallante. Con él no parabas nunca, ni a la mañana, ni a la tarde, ni a la noche. Como todos los seres humanos, tenía virtudes y defectos, pero fue realmente un maestro para mí.
También tuve el honor de aprender de muchos profesionales de primera línea en el extranjero, desde Carpentier, Donald Ross, hasta Denton Cooley con quien me formé en asistencia ventricular mecánica.
Formar parte del equipo quirúrgico formado por René, siempre tratando de ir a la delantera, para mantener el nivel de la cardiología y la cardiocirugía en el país.
También haber podido manejar servicios importantes, como el del Hospital Italiano y el del Hospital Austral. Haber puesto un granito de arena para el desarrollo de una nueva institución, como es el Hospital Universitario Austral y verla continuar por un buen camino.
Asimismo, mi experiencia en el Hospital Italiano me permitió haber fundado el servicio de trasplante cardíaco y cardiopulmonar, con más de 40 trasplantes y, haber armado el primer banco de homoinjertos del país, haber realizado trabajos interesantes con válvulas biológicas desarrolladas por nuestro equipo, haber puesto el primer corazón artificial Heart-Mate en el país.
También siempre estuve muy interesado en la investigación, hice muchos estudios hidráulicos con la válvula biológica desarrollada por el Dr. Liotta, después creé mi válvula y pude trabajar mucho en experimental. También siempre estuve interesado en circulación coronaria y retroperfusión, con un grupo de bioingenieros en California y en Indianápolis, con quienes trabajo anualmente y les doy el fundamento médico de la técnica que desarrollan.
Y por último, un logro del que me siento orgulloso es haber sido nominado para entrar a la Academia de Medicina. Fui invitado y presentado por el Dr Bertolasi. Llegué a la Presidencia de la Academia, y con eso ya me siento satisfecho, creo que con eso ya he terminado.
Aunque aún estudio tres horas diarias, y me mantengo en constante comunicación con Estados Unidos desarrollando nuevas técnicas a través de la bioingeniería.
La Sociedad Argentina de Cardiología fue el sueño de la especialidad a la cual yo me volqué con todo lo que podía dar, con el deseo de ayudar a la gente joven. Tuve el privilegio de presidirla y desde dicha posición hacerlo con la máxima honestidad que uno puede tener y aconsejar a los médicos jóvenes.
No olvidarse del humanismo médico, escuchar, atender, aprender a ver y a tocar al paciente. Uno se enamora de la profesión y ese sentido de enamorarse de lo que uno hace es lo humanístico, sabiendo que se va a ayudar al otro. Y junto con ello, tener respeto por el otro. Las personas vienen a uno con la confianza de que uno les va a solucionar el problema y eso hay que respetarlo. No hay que volverse tremendamente técnico. Nunca hay que olvidarse del ser humano.